BOGOTA.- Envuelta en el aroma de perfume, jeans y camiseta, saluda de prisa a los reporteros en su apartamento de Bogotá, se sienta y cruza la piernas al borde de una butaca llevando en el rostro una sonrisa de oreja a oreja. Ingrid Betancourt se mueve sin cesar en la silla, no logra contener la alegría de haber sido la senadora más votada de Colombia en los comicios legislativo de 1998, con más de 160.000 boletas, y habla sin cesar de sus planes políticos.
Como ametralladora y con voz de trueno responde con la cabeza en alto y gesticulando con sus manos de uñas pulidas decenas de preguntas sobre qué haría en temas como el narcotráfico, la corrupción y las guerrillas como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).


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