
MANILA.- Filipinas se encontraba ayer jueves bajo toque de queda después de que el ejército impidiese una intentona golpista contra la presidenta, Gloria Arroyo, por parte de un grupo de militares rebeldes que fueron arrestados.
El gobierno instauró un toque de queda desde la medianoche hasta las 05H00 locales en Manila y sus alrededores, informó el secretario de Interior, Ronaldo Puno.
“Dependiendo de la situación en términos de seguridad puede que no sea necesario imponerlo un segundo día, pero tendremos que esperar para verlo”, afirmó.
La medida fue impuesta poco después de que el ejército detuviese a los 30 soldados rebeldes que se atrincheraron en el hotel Península de Manila para pedir la dimisión de Arroyo.
En un primer momento, los rebeldes ignoraron un ultimátum de rendición de las autoridades.
Sin embargo, horas más tarde, soldados y policías, con armas automáticas y granadas lacrimógenas, asaltaron el hotel.
Los sublevados se rindieron, siendo escoltados fuera del edificio con las manos sobre la cabeza.
Antes de que los rebeldes fuesen arrestados, su líder, el teniente de la Marina y senador Antonio Trillares, dio por terminada la sublevación para salvar así las vidas de los civiles presentes en el hotel.
“No podríamos vivir si algunos de ustedes resultasen heridos o muriesen en los tiroteos”, afirmó con ojos llorosos Trillanes, que fue elegido senador en mayo.
El gobierno instauró un toque de queda desde la medianoche hasta las 05H00 locales en Manila y sus alrededores, informó el secretario de Interior, Ronaldo Puno.
“Dependiendo de la situación en términos de seguridad puede que no sea necesario imponerlo un segundo día, pero tendremos que esperar para verlo”, afirmó.
La medida fue impuesta poco después de que el ejército detuviese a los 30 soldados rebeldes que se atrincheraron en el hotel Península de Manila para pedir la dimisión de Arroyo.
En un primer momento, los rebeldes ignoraron un ultimátum de rendición de las autoridades.
Sin embargo, horas más tarde, soldados y policías, con armas automáticas y granadas lacrimógenas, asaltaron el hotel.
Los sublevados se rindieron, siendo escoltados fuera del edificio con las manos sobre la cabeza.
Antes de que los rebeldes fuesen arrestados, su líder, el teniente de la Marina y senador Antonio Trillares, dio por terminada la sublevación para salvar así las vidas de los civiles presentes en el hotel.
“No podríamos vivir si algunos de ustedes resultasen heridos o muriesen en los tiroteos”, afirmó con ojos llorosos Trillanes, que fue elegido senador en mayo.
